«Hace unas semanas me encontré con una feria dedicada a los productos dulces de Castilla y León en Aguilar de Campoo. Allí adquirí algunos que me gustaron bastante y estaban a buen precio.
«Lo curioso es que la apuesta de prueba la hice con estas pastas que salen en la foto. Como eran tan baratas, no me jugaba casi nada y te daban dos cajitas por tres euros. Por muy malas que fueran, siempre servirían para un apaño.»
La agradable sorpresa fue abrir la primera caja y descubrir que se trataba de unas pastas excelsas y casi sublimes. Se notaba una elaboración muy reciente y un sabor refinado, al máximo nivel posible. Obviamente la segunda caja cayó enseguida y me arrepentí de no haber comprado más. Estas pastas te las venden como delicatessen de lujo en el Harrod’s y las pagas a lo que te pidan. No obstante, como estamos en España y el precio es tan asequible, acabas hasta sospechando. Las apariencias engañan.
Estas y otras pastas se pueden comprar en la web oficial, con gastos de envío gratuitos si se superan los 50 euros de pedido. Ojo porque la tienda online es poco intuitiva y tiene el menú encima del todo. Los precios son levemente más altos que comprando en tienda física pero aún así compensa y las cajitas tienen un formato y una tarifa que las hacen ideales para regalo a invitados de boda. Personalmente recomiendo comprar un surtido variado para regalarse a uno mismo. Al ser formatos pequeños nos garantizamos la frescura en el consumo y no tenemos que abrir una caja enorme que tardará en consumirse
Estos productos los hacen en Báscones de Ojeda, provincia de Palencia, un pueblo situado entre Guardo, Aguilar, Saldaña y Herrera. Por cierto que nunca he estado allí pero igual hasta me animo.
Mira que soy aficionado a este tipo de galletitas y me encantan las francesas de Pont Aven, pero estas les meten mil vueltas. Enhorabuena a los productores; espero que no se acaben subiendo a la parra. Es un producto redondo (nunca mejor dicho) y a precios que desafían las crisis.»
Fuente: saboralia.blogspot.com.es
Publicado por Francisco Miranda